Cada vez que alguien me preguntaba a dònde me irìa de intercambio este semestre, dudaba en contestarles la verdad. La reacciòn al escuchar China siempre era la misma: “estàs loco, ¿què vas a ir a hacer allà?” Ni modo que rascarme la panza, bueno, en realidad un poco, pero igual vine porque no tenìa otra opciòn, era la màs barata y con poco tiempo para graduarme y en plena crisis, mis opciones se vieron reducidas a Shanghai.
De cualquier forma no me quejo. Venir a China me ha enseñado a valorar mucho màs lo mexicano y no me refiero solamente a la comida. Acà la gente intenta ser amable con el visitante pero aun asì faltan muchas cosas por hacer. Por màs que busquen entrar al primer mundo, no lo van a conseguir si mantienen esa visiòn tan retrògrada e insalubre en algunos aspectos. Por ejemplo, no es normal que la gente tire de manera grotesca basura en las calles y que nadie diga nada, no me espanta porque en Mèxico tambièn hay uno que otro rufiàn que lo hace, pero en Shanghai caen en los excesos. Hay otro caso: el que me diga que en Mèxico los niños hacen del dos en la vìa pùblica sin siquiera decir agua va estarìa mintiendo, pues eso, aquì, en el paìs que busca ser la potencia mundial nùmero uno, es normal.
Parecerìa que chinos y mexicanos no nos parecemos, pero nada màs alejado de la realidad. Las similitudes llegan a ser tantas y tan exactas que rayan en lo bizarro. Hace algunas semanas que caminaba con mi mamà por las calles de Beijing, se sorprendiò al escuchar còmo un taxista se la refrescaba a otro tocàndole con el claxòn la ya world famous mentada de madre. Ahora, cada vez que estoy homesick, me paro en pleno Handan Road, cierro los ojos, espero a que algùn locochòn se pase el semàforo y otro le conteste con el claxòn. Por un momento me siento en el cruce de Juàrez y Eje Central en la mismìsima capirucha.
Y no es el ùnico caso. Para no extrañar el folklore mexicano que tanto nos caracteriza, los chinos tambièn se las ingenian de mil maneras para colgar la ropa despuès de lavarla. No importa si el lugar es lujoso o no, ellos tienden su ropa igual que nosotros. Nada màs no hay ropa colgada en el piso 95 del Grand Hyatt del World Financial Center porque no tienen balcòn, si no seguro que lo harìan.
Si pensamos que acà nos olvidarìamos de la corrupciòn y podrìamos vivir en paz, nos equivocamos. Estamos en la burocracia màs grande del mundo. Para realizar cualquier tràmite en alguna dependencia gubernamental, primero hay que tomar un curso de paciencia e irse a uno de los puestos callejeros de Fudan y comprarse un libro pirata (¿asì o màs parecidos?) para matar el aburrimiento mientras espera uno sentado en una incòmoda banca del Entry and Exit Bureau. Eso sì, lo ùnico bueno de tener que acudir a realizar el tràmite es que uno se acaba volando la clase del jueves de Doing Businees Abroad ( un chascarrillo Prof., para romper el hielo).
La realidad es que mexicanos y chinos guardamos muchas cosas en comùn nadie lo puede negar.¿ Què tal estuvo la pelìcula pirata que compraste la semana pasada mientras comìas uno de esos elotes hervidos que venden en la esquina? Lo supuse, le faltò crema y un poco de chile, aunque tampoco nos podemos quejar.
sábado, 21 de noviembre de 2009
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