viernes, 19 de junio de 2009

Sol, arena y mar

Anoche que me recogieron del aeropuerto, apenas había puesto un pie en la camioneta, cuando Katia Fernanda propuso que hoy fuéramos a Galveston. Cada vez que he venido a Houston en los últimos 18 años que son los que recuerdo, había querido ir a aquel rincón de éste, nuestro contaminado planeta. La realidad es que por diferentes razones nunca se había presentado la oportunidad y al fin hoy se dio.
El único contacto que he tenido con Galveston es a través del avión: aproximadamente media hora antes de aterrizar, los aviones provenientes de México comienzan a enfilarse a la pista y muchas veces la entrada es por esta isla texana. Pero hasta ahí se limitaban mis conocimientos Galvestianos
Y llegó la hora de conocer Galveston.
Salimos de la casa a las 10 y media de la mañana y antes de tomar el freeway tuvimos que hacer una parada obligatoria ( no, no, esta vez no quería ir al baño). Paramos en la Gual Mar porque dado el pequeñísimo inconveniente de que mi maleta está desde el martes en México, sólo tenía un par de calcetines, de esos Hanes que tienen la marca en el talón y que llegan hasta arriba del tobillo. No procedía ponerme esos calcetines llevando pescadores, esa fue la razón por la que paramos en la tienda del Sr. Walton.
Haciéndole honor al libro que estoy leyendo (Shopaholic), me fue imposible comprar sólo los tines y acabé con unos Skittles en la mano ( bueno, en realidad 3 paquetes) por si me daba hambre en el camino, el cual sería de hora y media aproximadamente. Ya en la carretera, fui el Ipod manager y programé una playlist mientras Katia dormía con los ojos abiertos, deberían ver lo diabólica que se ve, una cosa de locos y la evidencia se puede observar al finalizar esta entrada.
En el camino pasamos por el centro de Houston, vimos de lejos la Galleria y media hora después ya podíamos observar la NASA, lo cual significaba que estábamos a menos de media hora de nuestro destino. Durante el trayecto, en la camioneta apareció Burro, sí, sí, el mismísimo brother de Shrek. La tía Gela no dejaba de preguntar: ya merito llegamos? Ya merito? Ya le estaba dando el mimisqui en el coche, pero lo bueno es que pronto vimos el puente que nos decía que estábamos entrando a la tierra prometida.
Galveston es un lugar raro. Podría describirse como un mini New Orleans por las plantations y el estilo de las casas, las cuales son de 3 o 4 pisos y hasta abajo sólo están sostenidas por pilotes en las esquinas, de esa manera, evitan las inundaciones. Mi primera impresión fue de sorpresa. Esperaba ver un lugar alegre y lleno de vida y fue todo lo contrario: parecía un lugar abandonado, rodeado del mar. Y es que no podemos olvidar que en septiembre pasado el huracán Ike deshizo la ciudad y dejó sin casa a miles de personas. Ese es el primer panorama de Galveston. Por aquí y por allá veía edificios abandonados, lanchas varadas en los parques y hasta un Mcdonald’s destruido y que sólo se podía reconocer por la M que apenas se sostenía, era el esqueleto del letrero de Mcdonald’s.
Poco a poco mi percepción de la isla fue cambiando , aunque aun se respira ese ambiente de desolación y tristeza típico posterior a un desastre natural. Galveston sigue sin recuperarse.
Y llegamos a la playa. Coloqué mis (líndisimas y redondas) nalgas en la arena después de caminar juntando conchas con mi prima Paulina. Cuál fue mi sorpresa al no encontrar ni una piedra que valiera la pena. Mejor nos resignamos y nos tiramos a leer y comer (ya saben que esto último casi no se me da). A media tarde unas gordas se instalaron arbitrariamente enfrente de nosotros y hasta me acercaron la vida en el mar por un segundo: una gorda se arranó y nos tapó toda la vista. Muy intrépida la güereja, osea manejamos hasta Galveston pa que la mamá de Shamú no nos dejara ver el mar?
Total que para no pelear mejor nos pusimos a hacer otras cosas y aproximadamente a las 5 nos enfilamos al coche para regresar a Woodlands, no sin antes otra parada obligatoria, ahora si fue pa que fuera yo al baño. Oigan me estaba haciendo y siempre está el clásico Walgreen’s donde te puedes parar a tirar el miedo.
Habiendo resuelto este gran meollo fisiológico, tomamos carretera al son de la hora de Luis Miguel y poco nos faltó pa cantar esa canción de Plaza Sésamo que dice “Todos vamos en el auto a pasear, el auto perfecto está. Oigan su motor que hace run run run cuando vamos de aquí para allá!” Estuvo suave el trip de vuelta a la casa.
Llegamos directo a comer. Nos empacamos un pollo con mole que estaba deli, junto cuna sopa de fideos y una botella de vino. Fue una de esas cenas tan agradables que se supone va a durar media hora y acaba alargándose toda la noche. Mientras comíamos,platicábamos de los lugares que nos gustaría visitar y salieron ciudades como Dublin, Punta Peniche, Dubai y hasta Noruega pa saber de dónde venimos los Del Río ( sí aunque no lo crean, tendré cara de macehual, pero provenimos de los fiordos noruegos) Eh? Cómo les quedó el ojo?
Acabamos viendo álbumes de fotos de cuando éramos unos rapazuelitos y después viendo un video de cuando Chris y Tania fueron a Korea. Salía en la tele puro taka taka desabrido más amarillo que un lápiz Berol del número 2 HB.
Ahorita ya es la 1 de la mañana, son los primeros minutos del domingo y ya espero ansioso a que amanezca porque haremos carne asada, por segunda vez en la semana, que bonita costumbre eh.
Ahhhh ya hasta se me olvidaba que algún día tengo que regresar a México!

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