Los atentados suscitados el 19 de Marzo en las inmediaciones y dentro del Tecnológico de Monterrey Campus Monterrey, son una señal inequívoca de que la violencia ha permeado en la sociedad mexicana, sin embargo, esta lucha aun no está perdida y apenas comienza.
En la historia del Tecnológico de Monterrey ha habido dos días que han cambiado el curso de su historia: el asesinato de Eugenio Garza Sada, fundador de dicha institución y el tétrico episodio vivido durante la tercera semana de marzo, que derivó en la muerte de dos brillantes estudiantes de postgrado, acorde a las máximas autoridades de este centro estudiantil.
Irónicamente la balacera del 19 de Marzo tuvo lugar en el mural del antiguo dueño de la que se gesta de ser la escuela privada en México con mayor reconocimiento internacional. El retrato de Garza Sada fue testigo de la escalada de la violencia en la sultana del norte y es el fiel reflejo de la realidad que embarga a nuestro país, la violencia ha permeado en todos los rangos del Estado y será una tarea durísima el poder revertirla, pero no imposible.
No es imposible ganar esta batalla contra la violencia. La sociedad ya está cansada y ávida de un revulsivo que nos lleve por la senda del bien, hacia lo que alguna vez fue México. Debemos luchar por encontrar las salidas que nos lleven a vivir y no solamente a sobrevivir. Los últimos acontecimientos deben servir como pivote para enderezar el rumbo. Los mexicanos ya no queremos más hechos como los de Ciudad Juárez, Monterrey o más recientemente el de Paulette, qué, aun con las proporciones y diferencias del caso, no deja de ser un ejemplo más de lo violento que se ha vuelto el territorio nacional.
Es necesaria la unión de los tres órganos que componen al Estado, para sacar a flote el barco, lamentablemente esto no sucede y tal parece que jugamos en equipos contrarios. Lo observado durante las primeras horas, posteriores a la masacre dentro de las instalaciones del Tecnológico de Monterrey, corroboran la tesis de que las autoridades no están velando por sus ciudadanos, sin embargo, no son los únicos culpables y pareciese que nadie quiere aceptar su responsabilidad.
La historia del Tecnológico de Monterrey, se contará antes y después del asesinato de sus alumnos el pasado 19 de marzo y a veinte días de la tragedia aún queda mucho por esclarecer, si no es que todo. Las fallas se han visto en los diferentes niveles, tanto en la esfera pública como en la privada. La policía municipal por su nula capacidad para controlar al comando armado, el ejército por ocultar información y el Tecnológico de Monterrey por haberle mentido a su comunidad como si nada hubiese pasado.
La noche del 19 de marzo, decenas de estudiantes se encontraban dentro de las instalaciones del instituto. La razón, el plantel está abierto las veinticuatro horas del día debido a que en su interior, existen residencias estudiantiles y no sólo eso, para primera hora de la mañana estaba programado el examen Ceneval para los candidatos a graduarse. Había motivos de sobra para que los alumnos estuviesen dentro de su segundo y hasta en algunos casos, primer hogar. Aquellos que alzan la voz señalando que no eran horas para que semejante cantidad de jóvenes se encontraran en la calle, no tienen ni la menor idea y su opinión sólo es fruto de la ignorancia que los aqueja.
Son dos los pecados en los que incurrió el Tecnológico de Monterrey y el segundo es mucho más grave que el otro: la falta de coordinación e inteligencia para reaccionar durante una crisis de esta magnitud y la mínima seguridad alrededor del campus. El primero es consecuencia de la soberbia que ronda por los salones y oficinas de esta escuela, que siempre se ha tildado de buscar la excelencia educativa, sin embargo, sus autoridades no se percataron o no quisieron ver que también los poderosos son vulnerables y nunca se prepararon para ello. El otro error es peor aún. Los padres de familia invierten fuertes cantidades de dinero para que sus hijos reciban la mejor educación posible en un ambiente cordial y seguro y ello no está sucediendo. Este reportero sufrió durante marzo del 2009 un intento de asalto en la misma puerta donde se dan los crímenes del pasado mes. En aquella ocasión, fue imposible levantar una denuncia penal por no haber existido asalto y sólo haber quedado en el intento. ¿Qué hizo el Tecnológico para reforzar su seguridad? Nada y el resultado se observa en dos estudiantes caídos mientras se preparaban para un examen y a la larga sacar a este México de la ignominia que lo hostiga.
Es de lamentar que hayan tenido que perecer dos estudiantes dentro de una escuela para que la sociedad civil, al menos de ese instituto, reaccione ante la situación que nos invade desde hace algunos años. Pero nunca es tarde. Lejos de la pasividad de la que se le ha acusado al Rector Rafael Rangel se debe reconocer que a nivel personal, siempre ha velado por los intereses de sus alumnos y se alista para dar la cara al gobierno local de Fernando Larrazabal, al estatal del priísta Rodrigo Medina y al federal de Felipe Calderón y prueba de ello, fue el discurso pronunciado el 22 de marzo en el Jardín de las Carreras del Campus Monterrey:
Me gustaría invitarlos a que en vez de dejar que el miedo se apodere de nosotros, pensemos en el futuro, un futuro que debemos crear nosotros. Nosotros como comunidad académica debemos ofrecer propuestas; cada uno de ustedes debe usar su intelecto y sus conocimientos para proponer soluciones. El Tecnológico de Monterrey es una institución que no le tiene miedo a nada, que saldrá adelante, que ve a México con futuro, que contribuye con su inteligencia y su capacidad para impulsarlo. Esa es la invitación que yo les hago.
El Rector, a diferencia de los jerarcas gubernamentales, no se esconde. Mientras tanto, entre el ejército y la policía municipal se echan la bolita y comienzan a caer en contradicciones y sesgos informativos. ¿Dónde están las credenciales de los alumnos fallecidos? Para ingresar al predio del Tec, es compulsorio mostrar algún tipo de identificación que te acredite como miembro de esa comunidad. De ello, nadie sabe nada. Las autoridades se han dedicado a engañar a la ciudadanía y es de preocupar que paulatinamente el caso esté quedando en el limbo.
No queremos más muertes a consecuencia de la violencia. Se debe alzar la voz, pero no solamente con manifestaciones y plantones que se olviden rápidamente. Son nuestras acciones las que determinarán el futuro de este país. No basta con salir a las calles a decir que estamos hartos, es nuestra obligación como ciudadanos actuar. Es necesario dejar de ser receptores pasivos para convertirnos en agentes de cambio.

